15/9/07

En Amor Hada

La primera mañana de primavera, siempre me sorprende gratamente. La vida se encarga de que esa víspera alguien tenga la suerte de dormir arrullado con mis susurros. Casual y mágicamente, más de una vez coincide con alguna nueva e impensada conquista y el calor suave de su primer beso. Por eso el despertar se me pega a la memoria con olor a canela, siempre mi favorito.
Al desperezarme, derrito de mis articulaciones toda la escarcha del invierno; coloridas sábanas se transforman en el más fértil de los prados, sobre el cual, las delgadas briznas granates de mi pelo florecen con pequeñas margaritas transparentes que se me pegan en las mejillas primorosas.
El hada de mi espalda despierta inquieta y seductora porque sabe que el sol le va a pegar en la cara por una temporada más. Justo cuando ya estaba empezando a hartarse de su anonimato, extiende sus azules alas, convirtiendo su secreta insinuación en presencia definitiva y protectora.
Me gusta salir a caminar por la mañana, según donde me encuentre; me tiendo en el muelle a disfrutar del sol y el río, o miro el amanecer desde las montañas con el valle cubierto de algodón de azúcar blanco e inmaculado. Casi siempre hay sol el primer día de primavera y mi semblante limpio de cualquier nubarrón me sonríe desde el otro lado del espejo invitándome a verlo todo de colores. Nacen estrellas de mis manos cuando acaricio la espalda de mi amor primaveral y respiro aire puro desde besos dulces atiborrados con néctar de flores. Nada me hace mejor que la primavera, ninguna promesa tan sutil ni definitiva como la que me renueva Ostara cada año.
El ciclo es continuo y exacto, el sol y la tierra hacen un pacto de profundo renacer, mientras yo florezco con el mundo para convertirme en rosas envueltas en papel de mantequilla… perfumada y radiante en uno de los tantos almuerzos primaverales, con sabor a desayuno. Es una pena que no haya vacaciones en esa fecha; la primavera debiese ser entera de puros días feriados, para poder ser feliz con propiedad y celebrar con abundancia.
Es el signo de equilibrio perfecto entre lo que ha estado dormido y lo que se renueva. Los trinos de pájaro se multiplican y se me llena la cabeza de pequeñas canciones que durante el día transforman lo cotidiano en una fiesta. Cada acto es de agradecimiento gigante por tanta belleza regalada, por tanto amor revelado, por tanta gracia resucitada de entre la oscuridad del invierno.
Las primeras noches tibias, el romance del Sol con los rubios campos de Trigo, sonrojados por caricias naranjas de atardecer.

Tengo línea directa al infinito para comunicarme desde mi alma a cualquier parte con mi amor de primavera.
Y si por alguna casualidad llega a haber un día nublado, lo disfruto con una monumental tarde de cine comiendo chocolates, junto a un delicioso capuchino de vainilla.
Maravillosa fiesta de olores; las flores regalan su fragancia y acurrucando en mi regazo a quien amo puedo disfrutar del perfume de su pelo… Largo o corto, da igual.
Todos son distintos y a la vez iguales; cada uno querido como un ser único desde su especial particularidad; y todos fundidos en un solo y feliz recuerdo primaveral… A veces algunos me acompañan a medias durante el estío; y es triste, pero ninguno ha logrado todavía no morir de frío tarde o temprano dentro de mi congelado corazón invernal.

Micaela Del Alba

1 comentario:

Ignacio Bravo dijo...

Y muy lindo, me hizo viajar un rato.
Lo termine de leer y se me ocurrio que en relatos como ese esta la diferencia entre vivir y maravillarse con la vida y sobrevivir y ser ciego y
un abrazo!!, y me alegro de tu comienzo primaveral sin que te suelten la mano.
adios!
y.