23/2/15

Tiempo en Espiral

          Esos simples placeres que permanecen ocultos en los recovecos del alma. Una antigua grabadora...  la voz de mi abuelo guiándome de memoria, un pedazo de infancia grabado en un casete, hoy obsoleto. El ruido de los patines, la caricia del pavimento haciendo vibrar mis rodillas mientras el puelche me pega de lleno en la cara. Mi bicicleta por la costanera, el lago, mi primer horizonte; plagado de volcán y de verde.
El viejo y pesado teléfono, mi dedo hundiéndose con firmeza en la rueda para marcar los números de memoria, el ronroneo metálico y pausado de la espera. Más allá de los minutos limitados, descansan las  horas eternas llamadas juveniles para colgarme de todas las voces que yo quisiera.
         Creo que en ese momento brotó mi amor, entre los abrazos las risas y los besos.Entre las lluvias hipnóticas sobre las techumbres, entre el crepitar de tantas chimeneas y cocinas,  aprendí a amarme así, entera, imperfecta y feliz. Verde y feliz, porteña y feliz. Aunque en ese momento no lo sospechara, luego del verde bosque terminaría presa de las escaleras y los coloridos cerros porteños, mi segundo horizonte, un mar enorme.Cambie el puelche por la brisa marina y los patines por zapatillas de danza, los recuerdos de mi abuelo por el anhelo de mis propios hijos.
         Esa sureña feliz que un día fui, me visita seguido en mi porteña realidad, para recordarme que sólo quien conoce su origen puede eventualmente forjar su destino.Y cada vez siento con más fuerza que todo esto no es más que un espiral, en que nos abrazamos seguidamente con lugares y con gentes, fundiendo ayer hoy y mañana todo en el mismo pulso. Como si en cada respiración se escondiera el germen de lo que fuimos y de lo que seremos, desde el primer llanto desesperado de vida, hasta el último suspiro.
 Liviana y feliz.

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